Dermatólogo especialista en cáncer de piel en Alicante
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El cáncer de piel figura como el tipo más prevalente en la población, siendo la exposición prolongada a los rayos solares el principal factor de riesgo.
Existen diversos tipos de cáncer cutáneo, siendo el carcinoma basocelular y el espinocelular los más frecuentes. Aunque pueden manifestarse en cualquier etapa de la vida, es más común su aparición en edades avanzadas.
La estrategia para combatir el cáncer de piel se sustenta en dos pilares fundamentales: la protección contra los efectos nocivos del sol y la detección temprana.
Adoptar hábitos de vida saludables que limiten la exposición excesiva a los rayos ultravioleta resulta esencial. Asimismo, es crucial someterse regularmente a evaluaciones cutáneas con un dermatólogo especialista en cáncer de piel. Estos controles periódicos permiten identificar lesiones que, tratadas a tiempo, mejoran significativamente el pronóstico.
Tratamiento del cáncer de piel
Preguntas frecuentes
Los carcinomas basocelulares y espinocelulares son los tipos más frecuentes, mientras que el melanoma es menos común pero más agresivo.
El melanoma es un tumor maligno de piel originado en los melanocitos, que son las células que le dan pigmento o color a la piel. Suele manifestarse como un lunar atípico o sospechoso en cualquier área de la piel, aunque a veces también pueden aparecer en otras estructuras como el ojo o las vísceras.
En la actualidad, se diagnostican más de 160.000 casos de melanoma al año en todo el mundo, de los cuales 81.000 ocurren en mujeres y 79.000 ocurren en hombres.
La probabilidad de desarrollar melanoma puede aumentar debido a diversos factores:
- Predisposición genética. La presencia de un familiar de primer grado con historial de melanoma incrementa significativamente el riesgo de desarrollar esta forma de cáncer de piel.
- Exposición a radiación ultravioleta. Tanto la exposición solar crónica, como en el caso de trabajadores al aire libre, como la exposición intermitente, como en vacaciones en la playa, pueden contribuir al riesgo de melanoma.
- Exposición a cabinas de rayos ultravioleta. La evidencia demuestra que la exposición en cabinas de rayos ultravioleta aumenta considerablemente el riesgo de desarrollar melanoma, incluso con un número reducido de sesiones.
- Número elevado de lunares. Tener más de 50-100 lunares en la piel se asocia con un mayor riesgo de melanoma.
- Antecedentes de melanoma. Haber tenido un melanoma previo incrementa la probabilidad de desarrollar nuevos casos.
- Fototipo bajo. La presencia de piel clara, cabello rubio y ojos claros, es decir, un fototipo bajo, también se asocia con un mayor riesgo de melanoma.
La detección temprana del melanoma se logra mejor mediante revisiones dermatológicas periódicas, que pueden programarse anualmente o cada 3 a 6 meses según el riesgo individual de cada paciente.
La autoexploración entre revisiones es igualmente crucial. Los pacientes deben examinar sus lunares existentes y los recién formados. Para facilitar esta autoevaluación, se pueden seguir ciertas pautas, como las siguientes, que ayudan a identificar posibles «lunares atípicos»:
- Asimetría (A). Observar si el lunar tiene una forma irregular.
- Borde irregular (B). Notar si el lunar presenta bordes irregulares.
- Cambios de color (C). Prestar atención a los lunares con varios colores o que experimentan cambios en su tonalidad.
- Diámetro (D). Observar si el lunar crece rápidamente o cambia de tamaño en poco tiempo.
- Evolución (E). Estar alerta a los cambios en el lunar, como crecimiento, alteraciones en color o forma. También se debe prestar atención a signos de alarma como sangrado o picor.
Aunque el melanoma representa una de las formas más amenazadoras de cáncer de piel, las opciones de tratamiento en constante evolución están marcando una notoria mejora en la calidad de vida y en las tasas de supervivencia para los pacientes con melanoma avanzado.
En caso de recibir un diagnóstico, el enfoque terapéutico se adapta según la etapa de la enfermedad, la ubicación del tumor y la salud general del paciente. El abanico de opciones comprende desde la extirpación quirúrgica del melanoma hasta enfoques más especializados como la inmunoterapia, terapia dirigida, quimioterapia y radioterapia. Cada caso requiere una evaluación personalizada para determinar la estrategia más efectiva.
Hay varios tipos de melanoma, y el pronóstico está estrechamente ligado al momento del diagnóstico y al subtipo específico de melanoma. Un diagnóstico temprano mejora significativamente el pronóstico, ya que la mortalidad puede aumentar considerablemente si se detecta en etapas avanzadas. Por esta razón, es crucial estar alerta a cualquier señal de alarma y, por supuesto, someterse a revisiones periódicas a cargo de un especialista en Dermatología.
El carcinoma basocelular se posiciona como el tumor maligno más común, no solo a nivel cutáneo sino en todo el cuerpo.
Este tipo de cáncer exhibe una baja agresividad y un crecimiento gradual. Tiende a expandirse en la superficie, pudiendo alcanzar dimensiones significativas, aunque su característica principal es la falta de invasión profunda.
El carcinoma basocelular generalmente se manifiesta en áreas crónicamente expuestas al sol, como la cara, los brazos y el escote, presentando lesiones planas o con cierto relieve. A medida que progresa, puede dar lugar a pequeñas costras o erosiones, con la eventualidad de sangrado. Los pacientes suelen describirlo como una «herida que no cicatriza».
Dado que existen diversos tipos de carcinoma basocelular (superficial, nodular, invasivo), el enfoque del tratamiento dependerá del tipo específico que presente el paciente. En la mayoría de los casos, se recurre a la cirugía, aunque en situaciones más superficiales se puede considerar la crioterapia, tratamientos médicos tópicos o terapia fotodinámica.
Es crucial destacar que un diagnóstico precoz resulta en tamaños más pequeños y tratamientos menos invasivos. Si sospecha que presenta una lesión con las características mencionadas, le instamos a consultar con un dermatólogo especialista en cáncer de piel lo antes posible.
El carcinoma espinocelular, aunque menos común que el carcinoma basocelular, se distingue por su mayor agresividad y capacidad de diseminación a distancia, lo que se traduce en una mayor tasa de mortalidad. Al igual que el carcinoma basocelular, su principal factor de riesgo es la exposición a la radiación ultravioleta, y tiende a manifestarse en pacientes de edad avanzada, aunque también puede surgir en la edad adulta.
El carcinoma espinocelular generalmente se manifiesta como una lesión con relieve, con escamas en la superficie, hiperqueratosis o costra, adquiriendo en ocasiones una apariencia similar a un cuerno cutáneo. Con frecuencia, estas lesiones tienden a ulcerarse y muestran un patrón de sangrado intermitente y recurrente. Los pacientes suelen describirlo como una «herida que no cicatriza».
El tratamiento primario para el carcinoma espinocelular es generalmente quirúrgico, aunque en casos avanzados puede ser necesario recurrir a la radioterapia o incluso a la quimioterapia.
En cuanto al pronóstico, este se encuentra estrechamente vinculado al momento en que se realiza el diagnóstico. Cuando se detecta y trata en fases tempranas, el pronóstico suele ser positivo, con la extirpación quirúrgica como principal intervención. En situaciones de diagnóstico más tardío, existe un riesgo significativo de metástasis a otras partes del cuerpo, ya sea a través de los ganglios linfáticos (vía linfática) o de la sangre (vía hematógena). Además, la intervención quirúrgica en estas circunstancias tiende a ser más invasiva, con posibles secuelas más prominentes debido a las cicatrices.
La queratosis actínica se caracteriza por lesiones premalignas que se desarrollan en áreas crónicamente expuestas al sol, como la cara, el escote, los brazos, las manos o el cuero cabelludo. Estas lesiones pueden surgir de manera individual o, por el contrario, en forma de múltiples lesiones agrupadas conocidas como «campo de cancerización».
Normalmente, la queratosis actínica se manifiesta como pequeñas áreas rosadas con escamas blancas en la superficie, y en algunas ocasiones, durante su desarrollo, pueden presentar pequeñas erosiones.
Existen diversos tratamientos disponibles para las queratosis actínicas, entre los cuales se incluyen la crioterapia, la terapia fotodinámica y opciones tópicas como el imiquimod, 5-fluorouracilo o diclofenaco. La elección del tratamiento se determinará según las características específicas del paciente, el número y tipo de lesiones, entre otros factores.
En cuanto al pronóstico, generalmente es favorable, aunque es común que las lesiones reaparezcan con el tiempo o que surjan nuevas, las cuales deben abordarse a medida que se manifiestan. Esto es crucial, ya que, en caso de no recibir tratamiento, existe el riesgo de que evolucionen hacia un tipo de tumor cutáneo, como el carcinoma espinocelular.
Por lo tanto, resulta fundamental que, ante la sospecha de la presencia de queratosis actínicas o la exposición crónica o intermitente pero intensiva al sol, se busque la evaluación de un dermatólogo especialista en cáncer de piel. Esto permitirá descartar la presencia de queratosis actínicas y, de este modo, iniciar el tratamiento desde las fases iniciales.
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